Noche y día. (Orphen Erend)

Noche y día sin descanso, pensando en su olor, en su brillo, en su presencia. Sin descanso, como un castigo autoimpuesto para calmar su alma.
Sabe que eso no la devolverá a sus brazos, no le hará feliz de nuevo como en aquellos días.
Han pasado diez duros años de pesadumbre, de largas batallas a las órdenes del Imperio de Arcadian y aún así aquel sentimiento ahí sigue.
¿Por qué fue a verla a su habitación aquella tarde?

Hoy día no sabe la razón, seguramente fue para pedirle que se fuese con él a las afueras, a cualquier otro imperio, a tierras lejanas en donde ambos pudieran mostrar su amor sin secretos.
Ella, la joven y primogénita de la casa Arkadian, de dorados y largos cabellos, más hermosa que cualquier otra joven de Rhea, tan querida por sus ciudadanos, quien días antes contrajo matrimonio con el joven campesino, yacía muerta sobre sus brazos.
La sangre empapaba sus dorados ropajes, sus labios entreabiertos mostraban una fina linea de sangre que goteaba levemente sobre el suelo de la habitación real. No sabía que pasaba, de un momento a otro todo su mundo se desmoronaba.
Frente a ambos, a unos metros, una pequeña daga de marfil y plata había sido la causante de aquella tragedia. Era su daga, un pequeño y valioso regalo que le dio semanas antes su hermano mayor antes de marchar hacia Cronos.

Sus gritos se escucharon en todo el palacio.
Incluso hay también quien dice haber escuchado los gritos desde la plaza central de la ciudad.

Primero fueron los guardias de aquella planta los que llegaron y sus rostros se tornaron grises al ver la escena. Se acercaron, lo cogieron por los brazos mientras colocaban a la fallecida sobre su cama. Entonces la reina y algunos más llegaron a la habitación, a otros como a la pequeña hermana de Erika, Atharia, no la dejaron entrar.
Entonces llegó La Ley.

La Ley ordenó su arresto, sin esperar la orden del Emperador, no había duda de que aquel joven de veinte años había hecho tal crimen.
Su rostro no era visible a causa de su oscura capucha, que incluso dentro de palacio siempre lleva, pero Atharia desde el pasillo pudo ver como La Ley se apoyaba en su bastón mientras le temblaban las piernas.
El consejero del emperador la quería, al igual que todos y cada uno de los seres de aquel poderoso imperio.

Han pasado diez años, luchando, culpándose y arrepintiéndose de algo que no recuerda si hizo o no. El Emperador Renard quiso su cabeza, pero La Ley consiguió convencer para que lo pagara en el ejército.
Ahora es capitán del ejército de la capital de uno de los mayores imperios que existe, sus superiores quisieron otorgarle un mayor honor, pero su castigo es ese, no avanzar y luchar; con una paga menor que la de un campesino, sin recibir honores, sin poder salir de la ciudad a menos que estalle una guerra. Esos son unas de las pocas normas impuestas sobre Orphen.